Las palabras sobran cuando hay algo de mayor fuerza que las sustituye, y eso no ocurre todo el tiempo.
Una mirada, una melodía, un aroma, un roce, un beso. Todos ellos pueden ser más impetuosos que una larga explicación, que una declaración. Pero, habría que ver qué ocurre si acompañamos una acción de esas con unas palabras. Hay quienes dicen que no digas «Te amo» sino que lo demuestres, pero qué bien suena un «Te amo» en el momento justo: antes de cerrar la puerta, gesticulado a la distancia separados por una ventana, al levantar el teléfono, apenas susurrado al ser vencido por el sueño, cuando la camilla se aleja por el pasillo del hospital.
No hay manera de sustituir un «perdóname». No se me ocurre cuál gesto puede ocupar su lugar. Seguir leyendo «Sobran las palabras» →
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